Cuando se disponía a abandonar la casa, cargado con dos pequeños saquitos de pertenencias, escucho un ruido en la que era la habitación de su hermana. Dejo las cosas en la entrada y fue con cuidado de no hacer ruido hasta el cuarto, abrió la puerta despacio y de repente su perro Yoki le salto a la cara lamiéndole entero.
-¡Yoki! ¿Cómo es que estas vivo?-No podía dejar de abrazar a su cachorro, que movía la cola en signo de felicidad.
-¡Belinda!- La pequeña se había llevado al perro en su paseo al campo, probablemente Yoki sabría donde estaba su hermana, cogió sus pertenencias y salió corriendo de la casa con el perro, pero cuando abrió la puerta se dio cuenta de que algo andaba mal, no había helicópteros ni tanques de guerra, tampoco había gente herida ni muertos tumbados en el suelo, no había gente, estaba solo, o eso pensaba el… Se encamino para el pueblo, estaba muy cambiado, ya no había puestos de helados ni tiendas de ropa o panaderías, eran todo casas iguales, exactamente iguales, no se diferenciaban en nada excepto en una plaquita que colgaba de la puerta de entrada, en ellas ponía un símbolo, un corazón, una estrella, un circulo, un triangulo, pero todos distintos. Cogió al perrito en brazos y llamo a la puerta con el puño, llamo varias veces y se dio cuenta de que no había timbre. Empezó a aporrear la puerta, nada, solo silencio. Entonces los muros de la casa se empezaron a romper y a despellejar por todos lados, las vigas del porche se empezaron a caer y tuvo que salir corriendo de allí. Se sentó en un banco hecho de hojas y se dispuso a sacar unos caramelos que se había guardado el día anterior cuando de repente escucho un ruido no muy lejos de allí.
¡Qué raro! ¿Qué pasaría? Está muy bien
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